FRÍO

«No podía controlarlo, cuando menos lo esperaba un aliento frío le inundaba la nuca y se le calaba en todo el cuerpo. En esos momentos se paralizaba, sabía que algo iba mal, el frío le entraba en sus entrañas y se quedaba clavado mucho rato. 

El cuerpo se recuperaba pero sus manos y sus pies eran irrecuperables. Sentía que se le congelaba su corazón, que no sería nadie sin sentir sus manos cálidas, activas y únicamente las sentía frías, congeladas, con la desagradable consciencia que ello le ofrecía.

No podía revertir el frío. No había abrigo, ni guantes, ni calcetines que calentaran su bienestar. Se le había clavado también en el alma,y no estaba dispuesto a ceder. No podía, no quería acostumbrarse a esa situación, pero había dado la lucha por perdida, normalizando lo que no lo era, aceptando lo que no se debía aceptar. 

Emigraría a países más cálidos, quizá enviara a sus manos y sus pies a unas vacaciones…»

Isabel R.