Nunca las cosas son de una única forma. Encontrar la forma de mirar y entender las cosas desde muchos puntos de vista es misión imposible para algunos. Otros, ni se lo plantean, pues se derrumbaría la débil estructura de certezas falsas que se han creado alrededor…
«No era una sensación, me hubiese gustado que así lo fuera. Pensándolo bien, no quería que fuese una sensación, porque me gusta sentir cosas reales, no imaginarias…
Era un hombre gordo, (podríamos decirle relleno, hermoso, gordito, rechoncho…, pero no, era GORDO). Era una tipología peculiar de hombre: grandote, calvo, con gafas, repantigao (acción de sentarse en la silla tirado hacia atrás, con la panza delante formando bulto y la mano en un bolsillo, ladeando el cuerpo, fastidiando así la columna). Lo más característico era su acento, y sus palabras peculiares. Arrastraba las eses y hablaba como cantando, aunque cuando te percatabas bien de lo que decía, te quedabas atónito.Lo más desagradable no era su aspecto cansino, desgastado y pastoso, sino cómo se dirigía a ti, y en qué escalón de su hipotética pirámide te situaba, para pisotearte con más gusto y con mejor ángulo de visión.
Me recordaba un poco a algunos malos docentes que tuve, que los tuve. También los tuve muy buenos, pero no es el caso. Cómo llegabas a clase y se dedicaban a sacarte los colores por no decir correlativa la lección, o por no contestar exactamente lo que se esperaba, sin tener en cuenta nunca lo que decías, y porqué lo decías.
Lo que sentía se había convertido en real, mi enérgica decisión de ir a por todas, mi mente abierta a cambios como estaba en este momento, mi ilusión y mi mirada, contrastaba con la fulminante y arrolladora posición de él. Había que pasar al plan B.»