«Miraba con nostalgia ese pequeño muñeco, con su pelo de quita y pon, sus manitas cuadradas, sus piernas rectas, sin orejas para no escuchar, sin labios con los que ofender; en su mundo, a veces de granja, otras de circo, o de caravana, o excelentísimo jugador de fútbol…

Sentía que en cierta manera todos éramos como ellos o podíamos llegar a serlo: héroes de innumerables batallas para los más pequeños, guerreros, tiernos, ecologistas, veterinarios, maestros, deportistas…

¡Cómo desearía ser uno de ellos! en manos de los más inocentes y malvados a la vez…»

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Isabel