EL MURO
«Cada vez que detenía su mirada en alguna de ellas, sabía que en algún momento de sus vidas habían sufrido el hecho de ser mujer. Sabía que ese sufrimiento impregnaba el alma, el corazón y lo más peligroso, impregnaba la mente…
Detenía su mirada demasiadas veces y siempre, siempre acertaba. En cualquiera de las formas que la sociedad tenía para discriminar, abusar, machacar, menospreciar, ignorar… No conocía a ninguna que no se hubiese sentido así alguna vez en su vida. Sí conocía a muchos hombres a los que nunca se les cuestionó por serlo, sino por sus aptitudes, valores, inteligencia, esfuerzo…
Desde ya muy pequeña supo que podía superar a muchísimos hombres, no sólo intelectual, sino físicamente; trabajó para estar siempre entre los primeros puestos de todo lo que hacía… hasta que comenzó a percibir el muro. Cuando salía de ella misma, allí estaba el muro: los valores de servicio al hombre, de sufrimiento pase lo que pase, de desigualdad en la distribución de tareas… el muro siguió creciendo con su experiencia en la vida, sin ella percatarse apenas, incluso pareciendo que era feliz…
Traicionada y acosada por el más vil espíritu machista, que la apartó de su proyecto, que no soportó compartir el éxito con una mujer, por el hecho de serlo, porque ella debía ocuparse también de su familia, de su casa, de sus otros «imperativos» de la sociedad para con las mujeres; porque éxito y mujer no se asocian, porque el macho alfa no acepta el «no» por respuesta… Acosó y golpeó hasta que explotaron todos los resortes. Y ella siguió su camino. Pero un «click» se hizo en su mente. Vio el muro en plena magnitud. Lo alto que era, cómo había impregnado su vida, cómo era difícil escapar, igual que esa sensación que veía ahora en otras mujeres. Pero no se resignaba. Nunca se rindió. Siguió peleando contra todos y contra ella misma.
Cada vez que «miraba» a las demás, lo veía. Veía la injusticia, las palabras malsonantes, las mentes «mal diseñadas» para avanzar en entendimiento, los despidos y trabajos mal pagados, los trabajos que no se pagaban y ocupaban más tiempo que los otros, los abusos, los acosos, el día a día…
Nunca hará lo suficiente. Pero ya sabe dónde está el muro, ya sabe dónde está situado y dónde tiene que llegar para alcanzarlo. Y ella era especialista en superar muros y retos. Sobreviviría también a éste, y la vista sería hermosa, como cuando ascendía a las montañas o llegaba a las metas…»
Por los hombres que no entienden por qué levantamos la voz, no entienden que compartimos la situación, la hemos vivido, la hemos conocido, la palpamos en nuestros institutos, en los telediarios, en los trabajos…
Nuestros hombres, los que sí lo entienden, son nuestros apoyos, y son fundamentales para construir otra sociedad. Por ellos también.
Isabel R.
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