«Era todo muy raro.

Ya hacía unos años que se sentía así, pero quizá éste había sido el más crudo, el que le había mostrado con crueldad cuál era su sitio.

Por los transistores aún hablaban de crisis, de tocar fondo o techo, ya no sabía, y cada vez que oía algo así le caía una nueva losa. Sonreía cínicamente sin embargo, cuando últimamente ya se hablaba de recuperación. ¡Qué risa más rabiosa le daba!. Había pasado a ser de la especie esa nueva de pobre, y ahora ya lo sabía, ya era consciente. Hubo momentos en los que pensó que sería una temporadita, que todo cambiaría. Ahora ya no lo pensaba, ya no podía pensar sino en cómo sobrevivir, primero sus pequeños y luego él.

Había prescindido de casi todo, hasta de llevar alta la cabeza. Ahora la llevaba agachadita y esquiva, con semblante muy serio y con dolor en los ojos. No había ya salida, ya no la podía encontrar. Sentía leve la ayuda de su pareja, pero tampoco era capaz de sentir lo que ocurría a su alrededor, sólo pensaba en cómo comer esa semana, como estirar el euro que le quedaba en el monedero y en cómo esquivar a los que le perseguían, que eran muchos.

El consuelo de que había muchos como él no le servía. Tampoco la soledad de los días. Cada día era más triste que el otro y lo peor es que sabía que aún quedaba mucha tristeza por tragar.

Había emprendido su viaje hace unos meses y se sentía solo y desorientado. Su sitio ya no era ese. Lo supo hace unos meses y lo confirmaba ahora. El nuevo pobre ya sabía que lo era, dejaba de ser nuevo, ni siquiera eso había podido estrenar.»

isabel