Hace ya algunos años aprendí a utilizar un producto mágico. Mi subconsciente lo bautizó como «Resbalín», mi conciencia como «voy a intentar que lo que digas u hagas sobre mi, lo que tú crees que me hace daño, pase por mi cuerpo resbalando, tal pista de esquí, fiu, fiu»
Aparentamente un producto inofensivo. La primera vez que pensé en él, creía que habría personas que se ofenderían cuando se lo explicara, porque podían pensar que no me importaba nada de lo que dijeran o hicieran. Hoy esta idea (o producto que aún no sé cómo envasar, pero que lo conseguiré!!!), es más complejo, quizá, más perfecto, más beneficioso para los cuerpos humanos y sobretodo nuestras cabezas…
Lo bueno de este producto, es que lo puedes usar en cualquier sitio; en la ducha, haciendo deporte, en la cama, frente a tu ordenador, en la cita con un cliente o con tu familia. Sirve para todo. Sus beneficios son más que asombrosos. Un poquito y enseguida notas cómo tu cuerpo, tu mente y tu corazón regresan al estado zen que estaba antes de cualquier situación adversa.
Su uso abundante, lejos de producir intoxicación, es más beneficioso aún.
Con esto, me voy hasta el polo, con quien sea y como sea. Ya puede llover.
Hay que ir con cuidado únicamente con una cosa: produce un poco de amnesia, tu «memoria» a corto plazo se ve un poco perjudicada. Es porque el producto actúa sobre ella para borrar automáticamente las situaciones que nos han llevado a utilizarlo. Es como una limpieza de virus neuronal. ¡¡Y qué bien te sientes después!!. A cuántos les haría falta botes y más botes. Pensaré cómo embotellarlo.
Isabel
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