«Sabía que era pasajero, que no tenía porqué preocuparse, igualmente saldría adelante. La vida son pruebas, pero las pruebas no son sino para testar, para mejorar, para tomar decisiones acerca del camino a seguir… Podía correr un maratón, un medio ironman o un trail, en todos los retos vivió una situación parecida, tensa espera hasta el día D. Tensa calma con la seguridad del trabajo bien hecho, eso sí, siempre sobre seguro. 

Ahora era diferente, aunque realmente tenía más similitudes de las que se puede uno imaginar. No dependía únicamente de ella, pero tampoco en las pruebas deportivas dependía todo de uno mismo, siempre habían condicionantes. Tampoco jugaba sola esta vez,su posición dependería de sus contrincantes, lo buenas que fueran, lo bien preparadas que lo llevaran.

Pero esta espera, esta espera lo superaba todo. Era como hacer un avituallamiento a mitad carrera y que el juez te diga que no puedes retomar la marcha, que debes esperar a que ellos te digan si seguir adelante o no. Necesitas mantenerte activa para no bajar después el rendimiento, pero realmente no sabes si vas a continuar la carrera, por lo que la motivación disminuye a pasos de gigante. Mantener la calma, la serenidad a la vez que la activación, la presión y tu ilusión en esa situación de espera es del todo difícil. No sabía qué haría en una situación de carrera así, aunque estaba viviendo una muy similar y no dejaba de plantearse si hacía o no lo correcto. Porque estar pero no estar, hacer pero sin hacer demasiado, planificar pero sin saber… se hacía muy complicado.

Prefería saber algo cuanto antes, como todo el mundo, pero tenía que aprender a lidiar esa espera, sabía que podía. Quería que todo acabase cuanto antes pero que a la vez durase más, se había sentido cómoda en el proceso, le gustaba trabajar, le gustaba estudiar y le encantaban los retos, así que era perfecto para ella. Pero la espera, con la espera no podía. Hizo deporte, mucho, que le sirvió de desconexión, aunque no pudo hacerlo bien porque no estaba bien conectada, salió, paseó, preparó, se distrajo como pudo… y seguía esperando. Calma chicha. 

No esperaba nada. Ése era uno de los principales ingredientes para la desesperanza. Tanto podía ser buena noticia como no, y también sabía que a veces las malas noticias deparan caminos mejores, así que cualquier resultado sería bueno para ella. Pero quería saber por dónde tirar; el camino se dividía y estaba indecisa.

Lo bueno de la espera es que siempre llega el momento. El tiempo pasa laaargo cuando deseas algo, y muy rápido cuando estás disfrutando, pero siempre pasa. Todo llega. También llegará el momento que ha estado esperando todo este tiempo.»

Ahora ya sé que la vida sólo trata de emociones, contenerlas y desbordarlas en los momentos oportunos, dosificarlas, pero también sentirlas, jugar con ellas y disfrutar, dejarse llevar y estar alerta.

Tal vez esperar no sea una emoción, pero sí desata muchas de ellas. La espera puede ser dulce, tranquila, desesperada, incierta, tensa, deseada, angustiosa… Aunque la definición de ese tiempo de espera está en tus manos, tú eres el que pone el calificativo, el que le da un sentido al espacio/tiempo hasta que sucede, tú eres, en definitiva, la que «controla» o puede hacerlo, las emociones y sentimientos que se van produciendo. Parecería por esto que podemos modificar absolutamente cualquier emoción o sentimiento en un momento dado. Nada más lejos de la realidad. Hay esperas que no puedes modificar ni controlar cómo reaccionas. O que están fuera de tu alcance; no tenemos tanto dominio sobre nosotros mismos. Así de emocionante es la vida. 

Isabel