Nunca sabemos cuándo hemos llegado a nuestro destino. El camino a veces es demasiado largo, otras tantas, se trunca tan pronto que apenas hemos podido reflexionar en el transcurso.

Parecía que había encontrado un lugar confortable para quedarse, no tanto por lo cómodo del lugar, sino por todo aquello que le transmitía, todo a lo que le evocaba, le hacía revivir y renacer, le llenaba y le ayudaba a seguir adelante. Se percató que quizás no era el final de su camino, que sólo era un alto más, de los muchos que ya había realizado y comenzaba a encontrarle sentido a todo su recorrido, a todo lo vivido y sobretodo decidido en su vida. 

Cuando reflexionaba acerca de sí mismo, descubría cómo todo había sido tejido con una finura exquisita en torno a su figura. Cómo las decisiones y todo lo que había ido superando, estaba justo pensado para vivir ese momento, que sin uno no hubiese podido ser lo otro. Tal vez, otros que ya estaban en esa misma parada del camino, hubieran llegado de otra forma distinta, no importaba. Estaba ahí. Eso sí importaba y había llegado el momento de quitarse la tela de araña que lo había envuelto durante unos años. Recuperar los colores, los dibujos, las ganas, las ilusiones y la decisión de tomar de nuevo las riendas del camino que había decidido emprender esa vez.

Nunca estás solo cuando tomas decisiones. Los diferentes hitos del día a día te van indicando qué quieres y qué no. Y en este momento, tenía muy claro por qué caminos nunca volvería a pasar y con qué personas no cruzaría jamás de nuevo la línea de las confidencias y las confianzas. Lo bueno y lo malo, lo turbio y lo claro, lo difícil y lo fácil se nos pone delante para elegir. Los caminos se hacen duros, largos, difíciles, pero siempre esperamos que cada uno pueda llegar al final del suyo con la tranquilidad de haberlo recorrido plenamente consciente, de haberlo vivido todo, mejor o peor y haber aprendido de todo.

Feliz de reencontrarse con su vocación, esta vez sí, en estado puro. Feliz de poder volver a ser el que comenzó a ser cuando tenía 18 años. Feliz de haberte visto en su camino y sentir que le has ayudado. Se queda un tiempito por aquí disfrutando del origen.

Isabel